‘Nole’ ya está endieciseisavos de final del US Open 2021, pero la grada sigue aplaudiendo a sus rivales. El serbio tendrá que conformarse con más titulares y trofeos… que aplausos.
No debe ser fácil. Que los números digan que eres el mejor del mundo. Que las previsiones digan que vas a ser el mejor de la historia. Y que, en cambio, el público no esté de tu parte. Que la grada aplauda al otro. Y no a ti.
Es parte de la encrucijada en la que lleva tiempo envuelto Novak Djokovic. Y que en el actual Open de EEUU vuelve a tener presencia. Djokovic gana. Ya está en dieciseisavos de final. Pero en varias fases de las victorias que ha obtenido en New York el público se ha puesto a animar, corear y aplaudir… a sus rivales. Los espectadores han deseado que ‘Nole’ fuera derrotado. Y es una situación que muy pocas veces se ve. En pocos deportes. Y me atrevería a decir que hasta el propio tenista serbio no sabe del todo por qué le pasa y hasta cuándo le pasará. Por mucho que gane.
Motivos de más o menos peso hay para entender por qué el público se harta del número uno del mundo. Es cierto que en ocasiones uno prefiere ponerse de parte del débil. La historia de David y Goliat. Y en este caso es más probable simpatizar con un joven danés de 18 años que con el hombre que lleva ganado tantísimo este año y desde hace ya varias temporadas. En cierta manera es lo que sufre Nadal en Roland Garros. El público francés quiere a veces que alguien tumbe al rey de la tierra batida. Por eso los aficionados galos celebraron con entusiasmo la primera vez que Nadal caía en la arcilla francesa, en 2009, ante Soderling. La diferencia es que esa situación a Nadal prácticamente le ocurre sólo en Roland Garros. Y no siempre. Djokovic la sufre en varias canchas de varios países.
A la gente no le gusta del todo que siempre gane el mismo. O que gane el todopoderoso frente al débil. Pero también hay otra razones. El entorno de Djokovic, por ejemplo, no cuida mucho las formas. Algunos de sus entrenadores o su padre no han remado en una buena dirección como sí lo hacen otros técnicos, más respetuosos y menos envalentonados que los que acompañan al tenista balcánico.
Y, por supuesto, los gestos del propio Djokovic. Esos parones que provoca, esas lesiones más o menos simuladas, esas maneras a veces poco deportivas que sus rivales no comparten y los espectadores no perdonan. Hay expertos que también reclaman un margen mayor de comprensión hacia el serbio. Que un error suyo es un drama planetario y un gran título pasa más desapercibido que si lo logra Nadal o Federer. Pero aquí cabe reseñar otra diferencia. El español nunca ha roto una raqueta en la pista. Y no se recuerda que ninguno de los dos haya dado un pelotazo a un juez de línea.
No parece que la solución sea fácil ni que vaya a ocurrir a corto plazo. El mismo Djokovic parece resignado. Tendrá que conformarse con más titulares y trofeos… que aplausos.
