El tenista canadiense Demis Shapovalov perdió las semifinales de Wimbledon ante Novak Djokovic. Eso sí, se va por la puerta grande. Nada que objetar a su semana británica con un sello de buen tenis
No era fácil la tarea de Shapovalov. Su primera semifinal de Grand Slam. Toda una central de Wimbledon a rebosar, después de meses jugando prácticamente solos por culpa de la dichosa pandemia. Y enfrente Djokovic haciendo de Djokovic, exhibiendo y ejerciendo todos sus galones.
Por eso no hubo ni cuatro ni cinco mangas. Por eso el resultado dice que Djokovic no lo pasó mal, que el aspirante canadiense no puso contra las cuerdas al serbio. Pero si uno se fija en algunos detalles que regaló Shapovalov, puede llegar a pensar que el día menos pensado Djokovic no podrá hacer nada ante un jugador que tiene talento, hambre y un enorme descaro a la hora de soltar alguno de sus golpes, como ese espigadísimo revés a una mano que a veces recuerda al de Leconte o al de Edberg. Una delicia.
Volcánico carácter
Djokovic, favorito del partido de ayer y lógicamente de la gran final de mañana, ha logrado encadenar seis victorias sobre la hierba londinense, poco ha titubeado y se ha aprovechado de la ausencia de Thiem o Nadal o de la eliminación prematura de los rivales que podían cuestionar su candidatura, como Tsitsipas, Zverev, Rublev o Medvedev. Un camino de rosas, o casi. Ya sólo le queda derribar a Berrettini, que también parece asentarse entre los mejores (finalista en la tierra batida de Madrid hace unas semanas) para lograr su sexto título en el mejor torneo de hierba del mundo.
Shapovalov eso sí se va por la puerta grande. Nada que objetar a su semana británica, con un sello de buen tenis como el demostrado ante Khachanov y con grandes esperanzas para que se una al club de los que vienen llamando a las puertas del reinado de Djokovic, Federer y Nadal. Armas tiene de sobra. Ya ha llegado a ese momento en el que sus rivales prefieren no verle al otro lado de la pista. Y, si logra atemperar su a veces volcánico carácter (no sería la primera vez que un tenista lo consigue, el mismísimo Federer también lo exhibió en sus principios), nos acostumbraremos a ver su nombre en los titulares en negrita de los domingos. Cuestión de tiempo.