Las semifinales de Roland Garros presentan dos platos suculentos. Muy atractivos. Para no perdérselos. Pero… a nivel de generaciones, diametralmente muy diferentes. Es propio del tenis 2021. Que unos llegan. Y que otros no quieren irse.
Tsitsipas y Zverev, 22 y 24 años, volverán a enfrentarse después de hacerlo en siete ocasiones. Entre el grupo de jóvenes que destacan como para hacerse con el trono del tenis, en el que hay que incluir a Thiem, Medvedev, Rublev, Sinner o Shapovalov, el griego y el alemán parecen alumnos un tanto aventajados. Tienen talento, altura y hambre de sobra. Otra cosa es el carisma y la mentalidad ganadora, algo de lo que quizás adolezca más el tenista germano, que ha desperdiciado determinadas ocasiones para levantar grandes trofeos y que, además, tampoco tiene un palmarés exquisito en cuanto a sus relaciones con los entrenadores que ha tenido. El temperamento, la juventud y el tenis. Una vez más.
El griego parece disfrutar de una cabeza un tanto más amueblada y con más tenis en sus manos. Cuando llegó a la final de Barcelona en 2018, dos expertos periodistas que saben mucho de esto, Jaume Pujol-Galcerán y Manel Serras, coincidían. De todos los que venían, de todos los que pretendían suceder a Nadal, Djokovic y Federer, era el que más prestaciones ofrecía. Por eso no extrañó verle de nuevo pisando el terreno “propiedad” de Nadal, el Conde de Godó, este mismo año. Nueva final pero esta vez con Tsitsipas a punto de hacer arrollidarse a Nadal. Incluso con bola de partido. Pero no pudo ser.
El griego tiene menos títulos que el alemán. Y sus victorias tienen menos galones. Pero en los enfrentamientos directos manda Tsitsipas, que parece más entonado en el presente 2021 que su inminente rival. Ninguno de los dos ha llegado nunca a una final en París. Pero hace ya tiempo que parecen preparados para ello.
La otra semifinal será la enésima batalla entre Djokovic y Nadal. En 57 ocasiones se han visto a uno y otro lado de la red. El favoritismo cae de nuevo del lado del español, que “maltrató” al serbio en la final de 2020. Pero Djokovic sabe lo que es ganar en París y lo que es ganar a Rafa en su terreno predilecto.
La clave podría estar, una vez más, en el aspecto mental. Si Djokovic es capaz de olvidar aquella pesadilla de encuentro, si es capaz de sacar a relucir aquel tenis con el que tumbó a Nadal en 2015. O si, por el contrario, no logrará apartar el pensamiento de que aquello, ganar a Nadal en “su” Roland Garros, fue flor de un día. Un solo tren que no dejó escapar. Una de esas oportunidades con que uno se deleita, porque sabe que el destino te la arrebatará a las pocas horas de sentirla en las manos para, quién sabe, no volver a ofrecértela nunca más.