Quique Setién se reconoce un estudioso, fanático del ajedrez y de la noche. Su carrera se consolidó cuando entrenó a equipos de LaLiga. ¿Será suficiente para dirigir al FC Barcelona?
«Ya veréis el día en que Quique Setién se siente en el banquillo del Barça». Esa frase se repetía, de manera jocosa, entre los periodistas deportivos españoles. Incluso, en las emisiones radiales, cuando se les mencionaba esto a los corresponsales de Las Palmas de Gran Canaria o de Sevilla, estos suplicaban «que se vaya, pero ya».
Enrique Setién Solar (61) nació en Santander, Cantabria. Como futbolista jugó por más de dos décadas, incluyendo 15 temporadas en Primera División, en el Racing de Santander, el Atletico Madrid, el Logroñés y el Levante. «Tenía calidad. Sabía parar un balón que bajaba desde el cielo. No tenía ni que mirarlo, pero era muy lento. No tenía cambio de ritmo ni velocidad… En mi época nadie me explicó que la fuerza podía trabajarse y que con ella podía ser también más rápido», explicó en una entrevista a revista Panenka.
A nivel personal, Quique Setién se reconoce un estudioso, pues es muy asiduo a la lectura; fanático del ajedrez, disciplina que practicó de manera profesional y escribió algunas crónicas periodísticas con análisis especializados; y de la noche, momento del día que dedica a la reflexión en una continua búsqueda de similitudes entre la mente y el físico. «En el silencio uno saca mucho jugo de su propia imaginación», agregaba en la ya mencionada conversación.
Una sinfonía agridulce
La carrera de Setién como técnico también es extensa, aunque tiene situaciones curiosas. Una de ellas sucedió en sus inicios, pues para la temporada 2001-2002 comenzó como director deportivo en el Racing de Santander, pero debió estrenarse en los banquillos tras el despido del paraguayo Gustavo Benítez –que había llegado al conjunto verdiblanco tras su exitosa campaña en Colo Colo– y, haciendo dupla técnica con Nando Yosu, consiguió el ascenso. Aunque volvió a los despachos rancinguistas a fin de temporada.
La segunda de ellas fue cuando decidió ser el seleccionador de Guinea Ecuatorial en 2006, pero solo durante un día. Una derrota por 3-0 ante Camerún y una serie de promesas incumplidas fueron su explicación para dejar aquella rocambolesca historia en un mero cuento de verano, tal como confesó hace unos años a Público.
Sin lugar a dudas, la carrera de Quique Setién se consolidó cuando entrenó a equipos de LaLiga. Primero en Unión Deportiva Las Palmas (2015-2017) y luego en el Real Betis Balompié (2017-2019) generó dos sensaciones muy similares, propias de esa sinfonía agridulce que The Verve popularizó a fines de los 90’s: comenzó con ilusión, rompió récords y terminó saliendo como una gran decepción.
No change, I can change
I can change, I can change
But I’m here in my mold
I am here in my mold
And I’m a million different people
From one day to the next
I can’t change my mold
No, no, no, no, no
I can’t change
I can’t change
Del amarillo al verdiblanco
Y así podemos entender el porqué de la frase de los periodistas deportivos. En Las Palmas, Quique Setién logra salvar al equipo para la temporada 2015-2016 tres jornadas antes del final; mientras que para el periodo 2016-2017 fue el equipo revelación de la primera parte del campeonato, llegando a ser líderes, aunque meses más tarde anunció que no continuaría en la Unión Deportiva, lo que trajo como consecuencia una caída en picado del equipo que terminó en el puesto 14 obteniendo tan solo 4 puntos en sus últimos 10 partidos.
Para el curso 2017-2018 arribó al Betis. Tras una primera temporada en la que clasificó a Europa League y una segunda en la que pulverizó récords de partidos ganados y goles convertidos todo parecía ir de maravillas en la relación entre el cántabro y la afición sevillista, pero Setién terminó siendo víctima de su propio éxito: dieciseisavos de final en la Europa League, semifinales en la Copa del Rey, y la falta de gol en las últimas jornadas de la liga fueron una gran decepción para los béticos que pedían su salida.
En los amarillos y en los verdiblancos hubo patrones en común, además de que su nombre apareciese en la lista de candidatos cada vez que había rumores de cambio de aires en el FC Barcelona, pues Setién demostraba ser un entrenador de altas luces, un fanático del fútbol ofensivo, de buen toque y de alta intensidad; pero que en los momentos oscuros parecía un señor de carácter tosco, llevado a sus ideas y con problemas sin resolver en el vestuario.
Pudo ser como Cruyff, pero se quedó en Setién
Esta frase tiene dobles lecturas, pues si como jugador tuvo condiciones muy similares al holandés pese a que no llegó a ese nivel de éxito, como entrenador también se ha declarado un enorme fan de su filosofía de juego. «El Barcelona (de Cruyff) abrió el camino de muchos conceptos que, aunque yo los intuía por mi manera de entender el fútbol, cuando los ves plasmados es cuando te identificas de verdad. El Barça me abrió los ojos: al fútbol se juega sin prisas», explicaba a La Vanguardia en 2018.
Esta visión del juego, sumado a una enorme admiración a Lionel Messi que siempre ha hecho pública, lo transformaban en un candidato natural al banquillo blaugrana. Pero un candidato más por «simpatía ideológica» que por unos éxitos acordes al cargo o un pasado culé que justificaran su nombramiento.
No tener el color blaugrana en su ADN para enfrentar el desafío es similar al sacrificio del rapero Eminem personificando a B-Rabbit en la película 8-Mile: la calle de las ilusiones: ganar una batalla entre raperos negros siendo blanco, rubio y de ojos claros.
La gente quiere oírte, no importa de qué color seas. Si ganas una de esas batallas vas a tener más de la mitad del respeto que necesitas.
Setién tiene contrato hasta 2022, aunque algunos creen que un entrenador sin palmarés solo tendrá un mero interinato. Tal como B-Rabbit, Quique tendrá diversas batallas en las que se puede ganar el respeto que algún día recibió en tierras cántabras, canarias y andaluzas. La primera de ellas será este domingo ante el Granada en el Camp Nou y, para ello, Arturo Vidal puede ser un gran complemento para el éxito… por más que algunos culés lo duden.
