Rafa Nadal sigue jugando con la misma intensidad y competitividad. Sigue ganando y, si falla un punto facilísimo, sigue sin perder la calma… ¡1.270 partidos después!
Hubo un tiempo en que muchos españoles disfrutaban al quedarse sin siesta… por culpa de un tal Miguel Indurain. Un ciclista que se esforzaba. Nunca bajaba los brazos. Sabía que tarde o temprano llegaría su momento. Y encima era educado, deportivo, compañero. Dejó de ganar muchas etapas, acuérdate. Para imponerse en cinco Tours de Francia y dos Giros de Italia en aquellas sobremesas que siguen siendo calurosas.
Ha vuelto a pasar. Lo de quedarse sin siesta. Ahora por culpa de un tenista. Y sus valores, en cierta manera, recuerdan a los de Indurain. Sabes que lo va a dar todo. Sabes que es muy difícil ganarle. Y sabes que tras perder un punto facilísimo no va a romper su raqueta mientras tú has saltado del sofá y has estado a punto de tirar el café. Porque ya está pensando en la próxima jugada. En su próxima bala.
Nadal y sus 1.270 partidos: misma intensidad, misma competitividad
El propio Nadal valora que su principal arma en este Roland Garros ha sido el factor mental. Cómo se ha rehecho cuando hace nada apenas podía andar. Cómo ha vuelto a creer en sí mismo, aunque desayune con titulares que lo jubilan antes de tiempo. O cómo le ha dicho en la pista a sus siete rivales, conocidos y desconocidos, que no había escapatoria. Que la historia iba a repetirse.
No debe ser fácil retirarse. Ver que tus piernas ya no responden. Que tu mejor golpe te lo devuelven cada vez más y mejor. Que bajas 20, 40 ó 100 puestos en la clasificación. Que te llame una marca y te diga que te rescinde el contrato. Que no te concedan una invitación para disputar un torneo en el que conseguiste grandes resultados. Que tengas que disputar la fase previa frente a jugadores con 10 años menos que tú.
Pero nada de esto le ha pasado a alguien que jamás ha dicho que sea el mejor del mundo. Ni siquiera en tierra. Esa decisión sí la tuvieron que tomar Moyà, Hewitt, Ferrer, Soderling, Ljubicic, Del Potro o Almagro, por citar algunos de los muchos rivales a los que tumbó sobre la arcilla parisina. Víctimas que ahora se frotan los ojos viendo que Rafa sigue jugando con la misma intensidad y la misma competitividad con la que le vieron al otro lado de la pista.
Nadal sigue ganando. Y que, cuando pierde un punto facilísimo, sigue sin romper su raqueta. 1.270 partidos después.
