Diego Maradona ya no está con nosotros y ¿qué será de la pelota sin él?
En la entrega anterior de esta sección, ya comentábamos la frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra: «¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen algunos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales». Si combinamos fútbol y Dios, el resultado se resume en Diego Armando Maradona Franco.
El Pelusa, El Pibe de Oro, El Barrilete Cósmico e incluso D10s (un simple cambio de letras por números que destacaba su histórico dorsal) son algunos de los apodos que nos permiten entender por qué hay creyentes que lo admiraron con devoción y por qué hay detractores (no necesariamente intelectuales) que desconfiaron tanto de su vida como de sus adicciones.
Maradona: del fútbol al marketing deportivo
Creer que la valoración de Maradona es únicamente por sus actuaciones dentro del campo de juego es un error garrafal.
Por ejemplo, el histórico triunfo de semifinales de Argentina sobre Inglaterra en el Mundial de México 86 –con la Mano de Dios y el mejor gol de la historia del fútbol incluidos– significó para los fans de la albiceleste mucho más que un paso a la final de una copa del mundo, que por sí no es poco, pues se veía como una reinvidación tras la Guerra de las Malvinas.
Por otro lado, que Diego pisara el césped de los campos de juego con los cordones de sus zapatos desabrochados no era casualidad, sino que una pensada estrategia para captar la atención y los flashes de las cámaras. Así lo explicaba en una entrevista en la televisión argentina.
Como pionero del marketing deportivo, Maradona propició que las actuales estrellas del fútbol mundial reciban ingresos multimillonarios por anuncios, derechos de imagen, u otros contenidos que promocionan en sus redes sociales.
El baile de la Gambeta
Durante el Pepsi Music 2005, realizado en Buenos Aires, el grupo Bersuit Vergarabat interpretó su tema El baile de la Gambeta con Diego en el escenario. Allí lo presentaban como «un ejemplo para las personas que alguna vez estuvieron el foso».
Así, mientras Maradona bailaba, la canción decía: «vamo’ a bailar para cambiar esta suerte si sabemos gambetear para ahuyentar la muerte». Es que ‘el 10’ ya había comenzado el milenio haciendo una filigrana a un fallecimiento por sobredosis.
Meses más tarde, en 2001 con una crisis económica argentina y con La Bombonera llena hasta las banderas, Diego tomaba el micrófono para pedir perdón a su particular estilo y con genial oratoria que permite comprender parte de su grandeza: «yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».
La mañana más triste
Genio como jugador, cuestionado como entrenador y con un estilo de vida altamente castigado (y condenado) por sus excesos. Los últimos años del 10 fueron la demostración de que cada una de sus acciones no podía dejar indiferente al mundo.
Dirigió a Gimnasia y Esgrima de La Plata hasta sus últimos minutos, por más de que habían dudas de sus reales condiciones físicas para estar a cargo del equipo. Precisamente el punto final de su aventura en ‘el Lobo’ fue al mediodía de hoy cuando sufrió un paro cardiorespiratorio.
La prensa argentina tildó el suceso rápidamente como ‘la mañana más triste del fútbol argentino’, aunque solo el tiempo nos dirá si realmente se trata de ‘la mañana más triste de la historia del fútbol mundial’.
El Diego ya no está con nosotros, ¿y qué será de la pelota sin él? Para bien o para mal, es imposible entender el fútbol mundial sin sus gambetas, sus declaraciones polémicas, sus apariciones extravagantes, y sin aquellas multitudes ovacionándolo donde quiera que vaya.
La disputa de quien es el mejor jugador de la historia del fútbol podrá continuar durante el resto de los siglos, pero de lo que no se puede dudar es de quien vivió cada uno de sus días con la confianza del mejor, con la confianza de un D10s.
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