Todo el mundo tiene derecho a formar parte de la vida cultural de una comunidad, pero no siempre ocurre. La divulgación científica intenta salvar esas distancias.
El artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.
Estas bellas palabras no dejan de ser sólo eso, bellas. La divulgación científica debe llegar a todos los sectores de la sociedad, en tanto que es un derecho universal. Y sin embargo no forma parte de la vida de muchas personas.
Bajo este parámetro, investigadores de la Escuela Española de Historia y Arqueología del CSIC en Roma y de la Institución Milá y Fontanals de Barcelona venimos construyendo desde hace ya casi diez años una divulgación participativa, inclusiva y, por tanto, democrática. Una divulgación dirigida a todo tipo de públicos, independientemente de su edad, situación económica, condición social, nivel educativo, accesibilidad, etc.
El resultado es la organización y creación de herramientas didácticas adaptadas de las que disfrutan no sólo niños, jóvenes o familias, como suele ser habitual, sino también múltiples colectivos que raramente participan en eventos científicos. Entre esos “colectivos olvidados” por la divulgación están las personas con diversidad funcional, de la tercera edad, con problemas de movilidad, con trastornos mentales, internos en centros penitenciarios, grupos tradicionalmente marginados y en riesgo de exclusión social, como el pueblo gitano o los inmigrantes menores no acompañados, y últimamente las afectadas por alzhéimer.
Ellos mismos explican que perciben que se les deja de lado al considerar que “están en la recta final de sus vidas”, “no van a ser capaces de comprender y asimilar la información”, “la ciencia no es para ellos”, “no les sirve de nada” y “qué sentido tiene si a los pocos minutos olvidan”. Sin embargo, nuestra experiencia nos demuestra que todos y todas podemos disfrutar de la ciencia. Debemos ser capaces de adaptarla, recordando que la divulgación no sólo tiene por objetivo la transferencia de conocimientos, sino también el bienestar personal. Como la música, la mayoría de nosotros no llegamos a escuchar las notas de todos los instrumentos de una orquesta, y ni siquiera leemos o entendemos las partituras, y sin embargo sus acordes nos encantan y nos emocionan.
Primeras experiencias
En 2021, como resultado de la colaboración entre la Escuela Española de Historia y Arqueología del CSIC en Roma y Cáritas Roma (Casa Wanda), iniciamos un programa divulgativo dirigido a personas con alzhéimer.

Nuestra experiencia con colectivos diversos y el bagaje de los psicólogos y cuidadores de Cáritas Roma-Casa Wanda, centro de día para personas con esta patología, fueron el punto de partida con el que organizar un conjunto de actividades alrededor de la prehistoria y la historia.
Las personas que participaron presentaban síntomas de estar en una etapa entre moderada y avanzada. Esto, a priori, podría ser un problema, ya que con todas ellas no podríamos interactuar de la misma manera y al mismo nivel. No obstante, lo que hicimos fue construir unas actividades lo más sensitivas posible, en las que primaba un ambiente afectivo con los enfermos, familiares, cuidadores y educadores. Este es un principio básico de nuestra forma de divulgar, en tanto que facilita la participación de todos los actores y el buen discurrir de las actividades.
A lo largo de tres semanas organizamos tres talleres: la alimentación en la prehistoria, el trabajo de la cerámica y la vida en la Roma antigua. Bajo esta línea argumental acudimos a un conjunto de materiales y herramientas mediante los cuales se estimulaban todos los sentidos, y se fomentaba la participación activa de los auténticos protagonistas de la divulgación, los enfermos de alzhéimer.

A este respecto, usaron la visión en una charla inicial, el tacto para experimentar el contacto con alimentos, plantas e instrumentos, el olfato para recordar la fragancia de determinadas plantas y ungüentos usados desde la Prehistoria hasta nuestros días, el gusto al probar un menú prehistórico y del mundo antiguo, hecho con los mismos productos que entonces se empleaban, y el oído para escuchar nuestras explicaciones y la música asociada a la acción. Además, en el caso de la vida en la antigua Roma, teatralizamos la acción para conseguir atraer la atención de los asistentes.
Conclusiones
Las actividades fueron evaluadas por el psicólogo de Caritas-Casa Wanda con el fin de valorar la respuesta de los enfermos ante esa multiplicidad de estímulos. Los resultados fueron tan favorables que se decidió organizar un programa más ambicioso con un año de duración.
Tras este periodo la evaluación terapéutica será más sólida y podremos llegar a conclusiones definitivas. A lo largo de 2022 abordaremos nuevas temáticas como el papel de la Medicina en la Antigüedad, la escuela y los juegos de la infancia, la música de nuestros recuerdos y la vida cotidiana de nuestros abuelos y abuelas durante su juventud. Todo ello se completará con una visita al Museo della Civiltà de Roma a su sección de Arte y Tradiciones populares.
En definitiva, un programa ambicioso con el que crear un modelo divulgativo adaptado a las personas afectadas por alzhéimer, que puede llegar a convertirse en una guía para experiencias similares a realizar desde otros ámbitos de la ciencia.
Este artículo ha sido elaborado en colaboración con Nadio La Gamba, Massimo Cosimi y Gabriele Gardelli, de Caritas-Roma Casa Wanda, así como con Eva Martínez y Maeva Cano.
Juan F. Gibaja, Researcher in Prehistory, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR); Antonio Pizzo, Director EEHAR – Arqueología, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR); Elena María García Guerra, Científica Titular del CSIC, especialista en Historia Moderna, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR); Esther Maria Barrondo Dominguez, Responsable de organización de actividades y divulgación científicos, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR); Gianluca Mandatori, Investigador Postdoctoral de Historia y Arqueología, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR); María Luisa Barahona Oviedo, Contratada postdoctoral, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR); Valeria Beolchini, Técnico especializado de OPIs , EEHAR-CSIC, Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC – EEHAR) y Vanessa Forte, Archaeologist, Postdoctoral Researcher, University of Pisa