El laureado periodista y académico Julio Salviat, que de seguro está buscando errores de redacción mientras lee estas líneas, ha lanzado su autobiografía. Una obra en la cual resume sus múltiples logros personales y profesionales con una sencillez y humildad propias de un verdadero hijo del rigor, la disciplina y la responsabilidad mezcladas con una permanente sonrisa.
«Profesión: suertudo. (Memorias de un periodista)» es el nombre de la autobiografía del periodista chileno Julio Salviat Wetzig; quien, además de haberse dado el lujo de liderar las redacciones de Deportes más importantes del país, ha sido galardonado por su destacadísima trayectoria como Premio Nacional y como Maestro del Periodismo por el Círculo de Periodistas Deportivos (nombre que Salviat cree erróneo, porque lo que hacen es «periodismo de Deportes»).
Como se puede ver en el párrafo anterior es imposible hablar del autor sin redundar en términos asociados a su profesión. Es por ello que en 159 páginas, resume los que considera como los principales hitos de sus 78 años de vida (porque en estas páginas filtra su secreto mejor guardado: su año de nacimiento), los cuales están intrínsecamente asociados al periodismo: desde que leía revistas y periódicos que su padre debía entregar a sus empleadores, pasando por su dilatada experiencia en medios (con amores incluidos), hasta su posición actual con más dos décadas de experiencia en la formación académica de nuevos profesionales.
Un diario de vida catártico
Lo que Julio Salviat ofrece, en realidad, es una catarsis, pues está narrando su vida sin tapujos, transmitiendo su versión de los principales sucesos que vivió, con las confidencias propias del reportero/redactor curtido en mil batallas en búsqueda de la noticia. Más que un libro dedicado a ofrecer una biografía oficial, «Profesión: suertudo. (Memorias de un periodista)» es un diario de vida que el periodista ha plasmado en forma de libro.
Es fácil distinguir que aquí no hay un biógrafo –siendo el mismo Julio quien cuenta su historia–, no solo porque el relato se desarrolla en primera persona, sino también por una serie de licencias propias de «Juleito» (como lo llamaban en su San Vicente).
Una de ellas corresponde a compartir de manera íntegra artículos, cartas, discursos, testimonios y/o anécdotas varias. Ese tipo de acciones normalmente pasarían por un filtro y/o edición de un editor (algo que él hizo durante décadas con múltiples redactores, incluyendo al gran Julio Martínez) que consideraría adecuado solo incluir los fragmentos más sabrosos.
Otra es la ausencia de detalles sencillos, que serían pecados capitales para cualquier impresor dedicado a este tipo de publicaciones (experiencia que Julio Salviat tuvo en Europa Press): la inexistencia de capítulos, la ausencia de un índice para la búsqueda de las historias, y una tapa dura sin resumen del libro ni biografía del autor.
En realidad, nada de eso hace falta aquí, pues esta catarsis vendida directamente por el autor a su amplísimo círculo cercano tiene como fin entregar un relato ordenado, excelentemente redactado (no podía ser de otra forma con él), y empapado de su personalidad. Casi como si se tratase de una versión ampliada de estas páginas de confesiones que los estudiantes universitarios publican en diferentes redes sociales.
Julio Salviat y el periodismo de Deportes
Una reseña de una obra así solo puede estar en esta sección debido al vínculo de Salviat con el periodismo de Deportes, más específicamente con el fútbol. En el libro, Julio valora tanto los partidos en los que fue protagonista dentro del cancha como aquellos grandes eventos que tuvo la opción de cubrir para algún medio.
Se puede encontrar la misma relevancia en la historia tanto para los detalles del equipo de estudiantes de Periodismo de la Universidad Católica y su club de barrio, Mario Ibáñez de Ñuñoa, como para las coberturas del Colo Colo finalista de Copa Libertadores en 1973 y las campañas de la Selección Chilena.
Y eso no es poco porque, como él mismo confiesa en sus páginas, Julio Salviat asistió a cinco mundiales como periodista y a uno más como espectador, quedándose a solo una Copa del Mundo más para convertirse en el profesional activo con más asistencia a estos eventos, según el conteo oficial de la FIFA.
Más allá de su experiencia en las salas de redacción; de las historias vinculadas a futbolistas, autoridades y dirigentes varios; y de su vínculo con múltiples profesionales del gremio, muchos de ellos actualmente connotados actores de la industria; Salviat se da un último lujo en este diario de vida catártico: un apéndice con 370 personajes que dejaron huella en su vida.
Cada uno de ellos está, directa o indirectamente, relacionados a su trayectoria en el periodismo de Deportes en medios de prensa escrita (como La Tercera, La Nación, Las Últimas Noticias y El Mercurio) y de revistas (como Triunfo y la ya desaparecida Estadio).
Lo que Julio Salviat no cuenta…
De todos modos, si hay que encontrarle un punto débil o de mejoría a este trabajo (el mismo Julio también hará lo mismo con este artículo en el mismo momento que lo lea) es que por su personalidad, mezcla entre rigor alemán con simpleza huasa, pareciera que todo lo conseguido fue sencillo. Incluso atribuyendo erróneamente a la suerte y al azar aquellos frutos de su permanente esfuerzo.
Cuando él explica que su padre le encargaba la labor de contar el dinero de sobres y que jamás se equivocó con las cifras; o cuando reconoce que El Mercurio lo persiguió durante décadas y él se dio el lujo de rechazar múltiples ofertas; podría parecer un deje de soberbia o de creerse más bueno de lo que es… nada más lejos de la realidad.
Es por esa mezcla de rigor y simpleza que él no detalla el porqué de estas oportunidades. Aquí, un término clave: disciplina. Salviat es rigor, es simpleza y es disciplina (por más que él confiese que le cuesta levantarse cada mañana). Lo saben sus cientos (quizá miles) alumnos (presentes o pasados) que han llegado un minuto tarde a una de sus clases, que han olvidado una tilde al escribir su nombre, e incluso aquellos que han olvidado algo tan sencillo como justificar el trabajo de Word antes de entregarlo.
Los detalles son los que marcan, y a él efectivamente no se le pasa ninguno por más que llegase a reuniones de pauta con zapatos de distinto color. Si Willy Haltenhoff lo comparó con César Luis Menotti cuando ganó el Premio Nacional de Periodismo Deportivo en 1996, si lo traemos al presente Julio Salviat transmite el estilo de Jürgen Klopp: disciplina y rigor alemanes combinados con una simpleza y sonrisa permanente.
Datos del libro
- Título: Profesión: suertudo. (Memorias de un periodista)
- Autor: Julio Salviat W.
- Año: 2021
- Impresor: Maval
- Páginas: 159
- Género: autobiografía
Perdón, Julio
Tal como Julio Salviat se dio una licencia personal el día que entrevistó a su maestro Antonino Vera para LUN, esta reseña no podía quedarse un anexo-homenaje para mi mentor.
Conocí a Salviat en la Universidad Andrés Bello, por lo que apenas me dieron el horario de clases de primer año sabía que el profesor de Prensa I debía ser mi amigo.
Aunque confieso que al principio lo pasé muy mal en sus clases. Me echó de la sala un par de veces porque no le hacía caso: consideraba sus clases aburridas, demasiado básicas y faltas de ritmo. Era un pendejo que quería comerse el mundo y esa ansiedad Salviat supo corregirla de inmediato.
Así, me convertí en el mejor alumno en ese curso y el del semestre siguiente. Pude seguir un año más con él, pero le expliqué por en un sentido correo que quería conocer la mano del otro profesor, su amigo Raúl Pizarro. Su respuesta fue épica: «esto me duele más a mí que a ti».
No obstante, la relación estaba lejos de terminarse: al año siguiente comencé a ser su ayudante, y así estuvimos juntos durante más de diez cursos entre 2008 y 2011. Tres años más tarde volví a la UNAB como su colega, también dictando cursos de Prensa, periodo del cual recuerdo la foto de ambos como profesores vestidos de toga y birrete para una ceremonia de titulación como máximo orgullo.

Las recomendaciones
Su última gran ayuda fue una carta de recomendación para cursar estudios doctorales en Barcelona. Ya me había dado una, que inclinó la balanza a mi favor para convertirme en corresponsal de Deportes de El Mercurio, y ahora había hecho lo mismo para ayudarme a comenzar en el mundo de la investigación académica.
Su recomendación venía acompañada de un «lo siento, no pude mentir más». Me voy a permitir compartir un fragmento de aquellas falacias que me ayudaron a llegar al Programa de Doctorado del Departamento de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona como becario del Programa Becas Chile:
Puedo dar fe de la capacidad de Alexis y, sobre todo, de su esfuerzo. Hijo de una familia de clase media chilena, vivía a cien kilómetros de la capital y nunca llegó atrasado a la primera hora matinal. Viajaba en tren o en bus, y siempre tomó las providencias para que los imprevistos no afectaran su puntualidad.
Fue un alumno asertivo, dedicado, y un ayudante cooperador: entendió que su papel era colaborar con los alumnos, más que con el profesor.
Julio Salviat Wetzig.
Por todo ello, hoy puedo hablar de Julio Salviat como exprofesor, actual amigo y por siempre maestro. Así lo repito en cada comunicación pública que tenemos.