El mundo tenístico también anhela un 2022 sin complicaciones por el Covid-19. Sin las incertezas que nos roben los mejores golpes y las mejores sonrisas.
La pandemia que asola buena parte del planeta ha sembrado en nuestras vidas incertezas difíciles de encarar. Somos incapaces de estar 100% seguros de si podremos llevar a cabo nuestros planes. Ni siquiera los más cotidianos. Una cena. Un baño en la playa. Un abrazo en la zona de llegadas del aeropuerto.
Y el mundo del tenis tampoco es ajeno a ese mar de dudas. La nueva temporada está a punto de arrancar y nadie puede afirmar categóricamente que Djokovic jugará en Australia. Que no habrá positivos en Wimbledon. O que, sencillamente, habrá público en todas las gradas disfrutando de cerca de lo mejor de este deporte. Maldito virus.
De momento el apretadísimo calendario no apto para más cambios arranca con la Copa ATP y cuatro torneos más antes de que empiece el primer Grand Spam de la temporada, ese Open de Australia que tiene en vilo a los aficionados porque, precisamente, el nombre que debería aparecer en todas las quinielas para adjudicárselo por décima vez, Djokovic, se encuentra en el epicentro de la polémica sobre su decisión de no vacunarse y su firme voluntad de disputarlo. Lo último ha sido no explicar por qué no disputa la Copa ATP. Lo cierto es que, a 18 días del inicio de la competición, poco deben estar durmiendo los organizadores del evento.
Más allá de la pandemia, la inminente temporada debería aclarar si los tres aspirantes al trono de Djokovic, Medvedev, Tsitsipas y Zverev, lograrán ocupar más portadas que el serbio. Tienen tenis de sobra. La duda, la de siempre en un deporte tan exigente mentalmente como es el tenis. Si serán capaces de atemperar nervios y vértigos en los momentos de máxima exigencia.
Por detrás irán llamando a las puertas del éxito los Shapovalov, Sinner, Ruud, Rublev, Karatsev o el emergente Alcaraz. Todos con juventud y arrojos como para dejar tumbado a cualquier máximo favorito.
Capítulo aparte se merecen cuatro jugadores que quieren volver. Que volaron muy alto. Que arrancaron mil y un aplausos. Y que se merecen respeto y un merecido voto de confianza. Nadal, Thiem, Murray y Del Potro van dando pasos para volver a hacer lo que hicieron tantas veces. Ser competitivos. Pegarle con todo, sin dudas. Y levantar trofeos de muchos quilates. Por algo estuvieron tanto tiempo entre los tres mejores jugadores del planeta. Por algo muchos pagarán una entrada por contemplar sus inolvidables jugadas.
Todos estamos deseando disfrutar de esa cena. Bañarnos en el mar en el que tantas veces lo hicimos. Darnos ese abrazo. El mundo del tenis también anhela un cielo azul sin nubes en el horizonte. Sin las incertezas que nos roben los mejores golpes y las mejores sonrisas.