Si se cuida, si lo cuidan, si lo cuidamos de análisis y piropos alejados de toda objetividad, el murciano dará muchas alegrías futuras. Ojalá no corramos a encumbrarle antes de tiempo.
Si sus ganas de seguir conquistando Grand Slams y de asentarse en lo más alto del tenis mundial no le fallan, si mantiene el hambre y la competitividad demostrada en los 1.411 días que lleva como tenista profesional, si no se duerme al volante… los triunfos irán cayendo uno tras otro. Por eso ahora mismo el peor rival que tiene Carlos Alcaraz se llama… Carlos Alcaraz.
Y ahí precisamente radica su mayor problema. Cómo hacerlo. Cómo no caer en la autocomplacencia. Cómo no hundirse cuando caiga eliminado, por sorpresa, en una primera ronda. O cuando llegue “sólo” a una final. Porque una parte del público que ahora se frota los ojos con la hazaña lograda en tan poco tiempo será inmisericorde cuando aparezca alguna nube. Y la exigencia mental del tenis como deporte individual hará el resto y le pasará factura como a tantos otros (Rafter o Kafelnikov fueron números uno, ¿les suenan?).
En cambio, si se cuida, si lo cuidan, si lo cuidamos de análisis y piropos alejados de toda objetividad, habrá Carlos Alcaraz para rato. Y todos saldremos ganando. De las muchas cosas publicadas estos días he leído que el joven murciano considera a Juan Carlos Ferrero, su entrenador, como la primera persona que le dice las cosas que no le gusta oír. Enorme noticia. Nada mejor que tener en tu equipo una voz que te diga la verdad sin filtros. Si has jugado mal no has perdido porque tu rival ha estado inmaculado. O por el viento. Es porque has jugado mal.
Ojalá no corramos a encumbrarle antes de tiempo. Ojalá seamos pacientes y generosos a pesar de que haya puesto al G3 contra las cuerdas por méritos propios. Pero que sólo tiene 19 años.
