La final del ATP de Roma 2021 contó con otra de esas buenas batallas libradas por Rafa en la capital italiana. Cuando los encuentros se alargan, cuando las piernas flaquean y mandan la cabeza y el tesón, ahí hay pocos como el oriundo de Manacor.
A estas alturas, ganando torneos de tierra cada primavera (y cuando no lo es) desde 2005, es demasiado simplista resumir las victorias y las derrotas de Rafa Nadal a dos sentencias. Que es imparable o que está agotándose. Porque no es cierto que Rafa gane a todos y todos los torneos cada domingo. Pero tampoco se puede aceptar, tal y como se comprobó ayer en Roma, que la carrera del tenista español esté a punto de acabarse. El número tres del mundo demostró varias cosas pero quizás una por encima de todas. Que sigue teniendo hambre.
Porque, con 34 años a sus espaldas y después de la derrota en Madrid y habiendo ganado en Roma ya nueve veces, Nadal podría haber cancelado su participación. Tomarse un descanso y no cargar su anatomía antes del gran desafío de Roland Garros. O, una vez ya sobre la arcilla italiana, podría haber claudicado cuando Shapovalov dispuso de dos bolas de partido en octavos de final o cuando Djokovic abría la tercera manga después de imponerse por 6-1 en el segundo set de la gran final vivida y sufrida ayer. Pero no lo hizo. Siguió remando, siguió en pie,siguió con hambre competitiva, como esos grandes funambulistas que, a punto de caerse, cogen aire, retoman el equilibrio y acaban llegando al otro lado. Para goce del gran público.
La de ayer fue otra de esas buenas batallas libradas por Nadal en la capital italiana. Y lo mejor para esos agradecidos espectadores es que no era la primera vez. Ya lo hizo contra Federer en 2006 o contra Coria en 2005. Partidos eléctricos, épicos, memorables.
¿Éxito seguro en Roland Garros?
Además el tenista español logra otros objetivos. Vuelve a decirle a Djokovic que, cuando se enfrentan en tierra, es él quien sigue mandando. Vuelve a alzarse con un Masters 1000 (el último lo logró en agosto de 2019). Y moralmente sabe que los dos últimos partidos largos y de alta tensión, contra Tsitsipas en Barcelona y contra el tenista serbio en Roma, han caído de su lado. Cuando los encuentros se alargan, cuando las piernas flaquean y mandan la cabeza y el tesón, ahí hay pocos como Nadal.
Con la victoria de ayer no queda claro que el español se vaya a imponer en París el 13 de junio. Queda mucho y quedan jugadores suficientemente talentosos como para batirle. Por mucho que digan los números. Las mismas cifras que, por ejemplo, dicen que sumando Roland Garros, Roma, Barcelona, Madrid y Montecarlo, el jugador español ya lleva 51 títulos mientras que Djokovic suma once y Federer cuatro. Son sólo estadísticas y a la hora de comenzar el torneo parisino todos los marcadores partirán de cero. Aunque muchos sean los que piensen que tumbar a Nadal sea una proeza. Los mismos que piensan que verle jugar es, sencillamente, algo inolvidable.